18 de febrero de 2015

Animación en la comunidad


“En el mundo contemporáneo, ni las comunidades ni las sociedades pueden ser otra cosa que logros: artefactos resultado de un esfuerzo colectivo” (Bauman)

Gillet

Jean Claude Gillet, pedagogo referente en el campo de Animación Sociocultural (ASC), a través de su libro La animación en la comunidad. Un modelo de animación socioeducativa (Graò, 2006), nos presenta un modelo teórico de animación socioeducativa, de animación en la comunidad que requiere a un determinado tipo de educador/a.

En palabras del francés “La animación puede, entonces, ser definida como una posición de tensión creativa entre la práctica y la teoría: la actividad de animación implica, en esta condición, una visión transformadora, formadora y educadora, en una dirección, un sentido, y, en razón de esto, resta un desafío para los poderes. Ella no es jamás, ni totalmente sometida, ni totalmente liberada de los constreñimientos que recaen sobre ella”. 

Para Gillet, el sistema de animación es la conjugación de organizaciones juveniles, de educación popular y de instituciones públicas. La animación es un lugar de conflictos sobre su sentido, finalidades y sus pérdidas y logros. Y así se refleja en los casos de ese libro que muestran la praxis de la ASC. Procesos en los que este pedagogo, nos advierte de ciertos peligros, aconseja abandonar los modelos económicos de rentabilidad en la ocupación del tiempo libre, habla del riesgo de la despersonalización de algunas propuestas y proyectos de ASC, de obviar la imposición o la obligación y desechar cualquier lógica de poder que pretenden gobernar comportamientos.



Gillet aboga por establecer lazos, por las relaciones sociales afectivas y vividas, habla de atender las sociabilidades emergentes sin desenfocar la intención educativa pero potenciando una forma de vivir el espacio, de crear vínculos sociales, de espacios de convivencia y en definitiva de vivir en sociedad y generar cohesión y sentimiento de pertenencia.

Para este profesor francés, el animador ideal debe manejar la dimensión técnica (racionalidad), la dimensión cultural (mediación) y la dimensión política (militancia). Pero no hay que obcecarse con la socialización o la observación, también hay que trabajar la sociabilidad cotidiana. El animador también debe pisar la calle, bajar al lugar de conflicto, al espacio público, al desarrollo de prácticas espontáneas, el regreso a lo cotidiano, acercando la animación al terreno modesto. Porque las relaciones sociales son las que hacen girar la sociedad. Entendiendo como Gillet una animación heredera de los movimientos de educación popular, que busca, por medio de un acceso posible a la cultura, formar ciudadanos adultos, responsables y críticos, valorizando al grupo como lugar de expresión y de creatividad.


Como postula el profesor Xavier Úcar, la animación sociocultural se ha ido conceptualizando como una metodología transversal de la intervención, a diferencia de otros países, en España la ASC queda relegada a un estudio de grado técnico formativo. Pero no por ello han desaparecido estas prácticas, sino todo lo contrario, hoy en día estas acciones se contemplan como de desarrollo, trabajo, animación o intervención y en todos estos casos estamos hablando de intervención comunitaria. Nada más hay que asomarse a la realidad para comprobar la emergencia y actualidad de las acciones comunitarias, por ello hoy en día resulta imprescindible disponer de buenas teorías y prácticas que faciliten estas intervenciones. Y estos textos de Gillet son un buen puntal.

Mario Viché (UNED)

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