“En el mundo contemporáneo, ni las comunidades
ni las sociedades pueden ser otra cosa que logros: artefactos resultado de un
esfuerzo colectivo” (Bauman)
Gillet
Jean Claude Gillet, pedagogo referente en el campo de Animación
Sociocultural (ASC), a través de su libro La animación en la comunidad. Un modelo de animación
socioeducativa (Graò, 2006), nos presenta
un modelo teórico de animación socioeducativa, de animación en la comunidad que
requiere a un determinado tipo de educador/a.
En
palabras del francés “La animación puede, entonces, ser definida como una
posición de tensión creativa entre la práctica y la teoría: la actividad de
animación implica, en esta condición, una visión transformadora, formadora y
educadora, en una dirección, un sentido, y, en razón de esto, resta un desafío
para los poderes. Ella no es jamás, ni totalmente sometida, ni totalmente
liberada de los constreñimientos que recaen sobre ella”.
Para Gillet, el sistema de animación es la
conjugación de organizaciones juveniles, de educación popular y de
instituciones públicas. La animación es un lugar de conflictos sobre su
sentido, finalidades y sus pérdidas y logros. Y así se refleja en los casos de
ese libro que muestran la praxis de la ASC. Procesos en los que este pedagogo,
nos advierte de ciertos peligros, aconseja abandonar los modelos económicos de
rentabilidad en la ocupación del tiempo libre, habla del riesgo de la
despersonalización de algunas propuestas y proyectos de ASC, de obviar la
imposición o la obligación y desechar cualquier lógica de poder que pretenden
gobernar comportamientos.
Gillet aboga por establecer lazos, por las
relaciones sociales afectivas y vividas, habla de atender las sociabilidades
emergentes sin desenfocar la intención educativa pero potenciando una forma de
vivir el espacio, de crear vínculos sociales, de espacios de convivencia y en
definitiva de vivir en sociedad y generar cohesión y sentimiento de pertenencia.
Para este profesor francés, el animador ideal
debe manejar la dimensión técnica (racionalidad), la dimensión cultural
(mediación) y la dimensión política (militancia). Pero no hay que obcecarse con
la socialización o la observación, también hay que trabajar la sociabilidad
cotidiana. El animador también debe pisar la calle, bajar al lugar de
conflicto, al espacio público, al desarrollo de prácticas espontáneas, el
regreso a lo cotidiano, acercando la animación al terreno modesto. Porque las
relaciones sociales son las que hacen girar la sociedad. Entendiendo como Gillet una animación heredera de los movimientos de educación popular, que busca, por medio de un acceso posible a la cultura, formar ciudadanos adultos, responsables y críticos, valorizando al grupo como lugar de expresión y de creatividad.
Como
postula el profesor Xavier Úcar, la animación sociocultural se ha ido conceptualizando
como una metodología transversal de la intervención, a diferencia de otros países,
en España la ASC queda relegada a un estudio de grado técnico formativo. Pero
no por ello han desaparecido estas prácticas, sino todo lo contrario, hoy en día
estas acciones se contemplan como de desarrollo, trabajo, animación o
intervención y en todos estos casos estamos hablando de intervención comunitaria.
Nada más hay que asomarse a la realidad para comprobar la emergencia y actualidad
de las acciones comunitarias, por ello hoy en día resulta imprescindible disponer
de buenas teorías y prácticas que faciliten estas intervenciones. Y estos
textos de Gillet son un buen puntal.
Mario Viché (UNED)
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